Durante los meses previos al comienzo de la guerra en suelo británico, los ciudadanos de Londres – todavía no sus autoridades- comenzaron a asimilar uno de los sistemas de vivienda que, en adelante y como forma de refugio antiaéreo, iban a usar:
el metro. Durante el transcurso del Blitz e incluso antes de modo preventivo, miles de londinenses utilizaron el suburbano, bien a tiempo parcial, bien a tiempo completo, como hogar, dada la seguridad que éste brindaba.
Justo antes del comienzo de los raids aéreos el Ministro de Seguridad, Herbert Morrison, se posicionó en contra de la utilización de las estaciones de metro como lugares de refugio público. La principal de las razones esgrimidas era el peligro que suponía para la integridad física de los niños: podían caer dentro de las vías y morir arrollados. Hubo además otros motivos. El metro –salvo ocho estaciones construidas durante la guerra- no estaba ni diseñado, ni consecutivamente preparado, para albergar en su interior a una gran multitud de personas. Que el hacinamiento facilitase la propagación de enfermedades y que las estaciones carecieran de aseo; eran, a juicio del Ministro de Seguridad, más dificultades añadidas aún.
Estación de metro de Elephant and Castle el 11 de noviembre de 1940, por Bill BrandtAdemás de estos presumibles problemas de seguridad, el Gobierno trató de prevenir otro fenómeno que, según su criterio, podría padecer la población por la prolongada ocupación del metro. Las autoridades temían que los refugiados que lo habitaban, al sentirse seguros allí, prefirieran no evacuarlo durante todo el día, abandonando así su puesto de trabajo y reduciendo la productividad del país en un momento económicamente tan delicado. Por otra parte, no se deseaba el enclaustramiento de la población ya que podía repercutir negativamente en la percepción que la sociedad tenía de si misma, rebajando la moral e insuflando un sentimiento precipitado de derrotismo y apatía.
En un principio, el interior de las estaciones de metro y su organización resultaron caóticos. La gente dormía cómo y dónde podía, incluso cuando – como ocurría por las mañanas- el servicio de transporte subterráneo ya había comenzado a funcionar.
Herbert Morrison, Ministro de Seguridad –cargo equivalente a Ministro de Interior en España- y reacio al uso del metro como refugioSin embargo los londinenses no pusieron nunca ningún reparo al metro como refugio. El día 8 de septiembre de 1940, después del primer gran ataque aéreo alemán, miles de personas se agolparon en las puertas del metro. Custodiada su entrada por policías, no pudieron resistir, sin embargo, la fuerza de la multitud que arrasó la seguridad interpuesta, forzando las cerraduras, para refugiarse dentro del suburbano. El Ministro Morrison, ante la ineficacia de sus medidas y la desobediencia del pueblo, autorizó al día siguiente el uso del subterráneo como refugio antiaéreo.
El pico del Blitz, durante el mes de septiembre del 40, supuso el momento en qué más londinenses utilizaron el metro como lugar de refugio: aproximadamente 177.000 personas convivieron hacinadas en 79 estaciones –también la cifra más elevada- de metro habilitadas para tal labor.
A partir del 21 de septiembre dieron comienzo las obras para adecuar y hacer habitables los espacios subterráneos. Algunas líneas fueron cerradas temporalmente para poder usar también el espacio de vía. Se construyeron aseos y retretes químicos, se dotaron los habitáculos con equipamientos –literas, aperos de seguridad y primeros auxilios, puertas herméticas para evitar filtraciones de agua del Támesis, radares para detectar minas o bombas acuáticas,…- y muchos túneles fueron reforzados para sobreprotegerse frente a las bombas. Sin embargo no siempre fue posible evitar, incluso bajo tierra, los demoledores efectos de los raids aéreos:
Estación de Marble Arch, 17 de septiembre de 1940. Sufrió un impacto de bomba directo. Las paredes de la estación estaban recubiertas de azulejos blancos que se convirtieron en armas mortíferas cuando la explosión los partió y los separó de las paredes. Hubo 20 muertos.
Estación de Balham, 14 de octubre de 1940. Una bomba causó la voladura del alcantarillado de agua lo que provocó una inundación dentro del túnel. Hubo 68 muertos y muchos más heridos.
Estación de Bank, 11 de enero de 1941. La bomba impactó directamente ya que fue lanzada con tal objetivo: alcanzar a los refugiados que poblaban tan céntrica estación. La explosión destrozó las escaleras mecánicas y desgajó los cristales de los trenes. Muchas personas resultaron dañadas por el hundimiento del techo y por los trozos de cristal, mortales, que volaban desde los trenes. El trágico balance final fue de 56 muertos y 69 heridos. La bomba dejó un cráter en la superficie de más de 35 metros de largo por casi 30 de ancho.
Estación de Bernal Green, 8 de enero de 1943. 1500 personas se dirigían caminando escaleras abajo hacia el refugio en el seno de la estación. Alguien tropezó en la parte delantera, la multitud comenzó a empujar y provocó que cayeran unos sobre los otros ya en el suelo. 173 personas murieron por aplastamiento.
Posteriormente y con el metro ya oficializado, los temores que el Ministro de Seguridad había manifestado respecto a la moral y la apatía de la sociedad no se hicieron realidad: en gran medida la gente continuó con su habitual ritmo de vida y costumbres, pese a la excepcionalidad de la situación. La mayoría de las familias determinó que su vida debía continuar y que ésa sería la mejor manera de ayudar a la victoria de Reino Unido en la guerra. En junio del 44, cuando se reiniciaron los bombardeos alemanes sobre Londres, el metro volvió a ser utilizado para resguardarse de los misiles V1 y V2.
Muchachos jugando a las cartas resguardados de los ataques aéreos en una estación del sureste de Londres, por Bill BrandtAdemás la red de metro fue también utilizada para establecer sedes gubernamentales e industriales, muchas de ellas con fines militares. Se construyeron oficinas en zonas de desuso y en importantes estaciones como Down Street, Dover Street, Hyde Park Corner…En alguna ocasión, incluso el Gabinete de Guerra se reunió dentro del tubo de refugios para escapar de los bombardeos. Igualmente, el centro desde donde se controlaba la lucha aérea, usó una estación en desuso como sede.
En noviembre de 1940 la empresa Plessey's of Ilford ubicó su fábrica dentro del suburbano, ocupando la línea de metro central que abarcaba desde la estación de Wanstead hasta la estación Newbury Park. Así creó una línea de producción de cinco kilómetros de largo bajo tierra.
Hugh Douglas, capataz de esta empresa durante la guerra, recuerda que debido a la longitud de su nueva fábrica “usaba bicicleta para desplazarme por las máquinas y controlar a mis más de 2.000 empleados”. La producción se hacía en dos turnos: mañana y noche. Esta empresa no dejó de suministrar aviones a la RAF durante toda la guerra.
Factoria de Plessey's of Ilford en el subsuelo, donde se fabricaron componentes de avion para la RAF
Ocho estaciones de metro fueron construidas durante la guerra, acondicionadas para acoger refugiados: cuatro al norte (Chancery Lane, Goodge Street, Camden Town y Belsize Park) y otras cuatro al sur (Clapham South, Clapham Common, Clapham North y Stockwell). Tenían capacidad para albergar a 64.000 personas, si bien el uso de ellas fue casi exclusivamente militar. Incluso, el general Eisenhower utilizó algunas de éstas, como centro de coordinación de operaciones del Día-D, el 6 de junio de 1944. Durante los bombardeos V1 y V2 del año 44, cinco de las ocho estaciones fueron reabiertas como garantía de seguridad ciudadana. Después de la contienda estas ocho estaciones suburbanas fueron rehabilitadas, con el fin de que formaran parte de la ampliada red de metro londinense.
El hogar como refugio
En noviembre de 1940, el Gobierno Británico elaboró un censo sobre la ciudad de Londres para ver cómo y dónde se refugiaban sus habitantes. Los datos que se obtuvieron fueron los siguientes:
El 4% de la población capitalina estaba refugiada en la red de metro
El 9% se resguardada dentro de los refugios públicos
El 27% de la población metropolitana permanecía evacuada dentro de los refugios públicos (refugios Anderson y viviendas Morrison)
El resto de londinenses, pobladores de la ciudad y no evacuados a la zona rural –en torno al 60% restante-, se refugiaron en sus hogares: guareciéndose en el sótano o debajo de las escaleras.
Más de 2.200.000 refugios Anderson fueron distribuidos gratuitamente entre la población al inicio del Blitz. Este tipo de refugios consistían en un techo ondulado –tipo Uralita- con forma de cúpula que se anclaba al suelo. Este tipo de refugios fue construido, como norma general, en el jardín trasero de las casas londinenses. Sin embargo eran muchos los inconvenientes que presentaba: no era capaz de hacer frente a la sempiterna lluvia de la capital y se inundaba con facilidad; era ruidoso, poco aislante y al emplear acero hubo de dejar de fabricarse por la escasez de este material y su necesidad de uso durante la guerra.
Vista exterior de un refugio AndersonLa vivienda Morrison recibe su nombre del Ministro de Seguridad en el Gobierno Británico del momento, Herbert Morrison, desapasionado del uso del metro como refugio antiaéreo. Esta vivienda consistía en un pequeño habitáculo donde debía caber toda la familia y que podía instalarse dentro de la casa. Con respecto a los refugios Anderson esta vivienda era menos ruidosa, no se inundaba y minimizaba las interrupciones de la vida cotidiana familiar, obsesión del Gobierno y especialmente del ministro Morrison, impulsar de este sistema de refugio.
En noviembre del año 41 existían 500.000 viviendas Morrison por todo Reino Unido. Estas construcciones fueron las usadas, mayoritariamente, como refugio tras la reanudación de los bombardeos alemanes con los V1 y V2 sobre las islas, en junio de 1944.
Un refugio MorrisonLa mujer en la guerra
Antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial, la mentalidad británica –la europea en general- favorecía que la mujer desarrollara su actividad vital dentro de su hogar. De hecho, muchas empresas se mostrabas remisas a la contratación de mujeres casadas y sólo en el sector de la enseñanza, aunque también venciendo trabas y obstáculos, se veía bien la presencia femenina.
Sin embargo la llegada de la guerra supuso todo un cambio en este sentido, ya que su carácter de guerra total implicó obligatoriamente a toda la población. Con una gran parte de la población masculina enrolada en las filas del Ejército, las mujeres pasaron a ser imprescindibles para sustituir a éstos en los puestos de trabajo que dejaron vacantes
Póster para el reclutamiento de la mujer en el Ejército de tierraLos puestos que entonces ellas ocuparon fueron muy variados y diversos: desde conductoras en el seno de las Fuerzas Armadas hasta empleadas en la Policía Militar, pasando por trabajadoras en las fábricas del material de guerra o cultivadoras de la tierra
Policía Militar en una esquina de Oxford StreetLa Ley del Servicio Nacional de 1941 obligó a todas las mujeres desempleadas entre 18 y 60 años a registrarse, para desarrollar algún trabajo. Las cifras que posteriormente se muestran dan una idea de la importancia de la contribución de la mujer en el esfuerzo común que supuso esta guerra:
Diciembre de 1942: Registradas 8,5 millones de mujeres entre 18 y 46 años.
Mayo de 1943: 6,3 millones de mujeres trabajando, bien en la industria, bien en los servicios armados.
Diciembre de 1943: 1,5 millones de mujeres empleadas dentro de la industria de maquinaria pesada, cifra que suponía un 30% del total de la mano de obra de la industria de este ramo, tradicionalmente muy masculina.
Mujer trabajando en una fábrica de maquinaria pesada de LondresLas mujeres supusieron uno de cada tres trabajadores dentro de la industria armamentística encargada de fabricar aviones, tanques, cañones y balas que habían de ser usados en la contienda. Este dato rompió el tradicional prejuicio “no es trabajo para mujeres” que servia para prejuzgar hasta entonces, arbitraria y erróneamente, las capacidades de la mujer.
Con el fin de ayudar a las mujeres trabajadoras, el Ministro de Trabajo, Ernest Bevin, presentó reformas que mejoraron el Estado de Bienestar y las prestaciones públicas, tales como la instalación de comedores, guarderías y una mayor asistencia médica.
En esta labor de ayuda pública se involucraron las mujeres de todas las clases sociales. De hecho, la contribución de la mujer a la guerra mediante su enorme esfuerzo, fue reconocida mundialmente, incluso por el Departamento de Guerra de Estados Unidos que daba a sus soldados la siguiente información para cuando desembarcaran en Reino Unido en el año 42:
“Las mujeres británicas han demostrado su valentía en esta guerra. Han unido sus esfuerzos en los arsenales de municiones y han entregado mensajes. No hay un solo registro de una mujer británica que haya abandonado su puesto en el Ejército…”.
Con el final de la guerra y el reconocimiento de las virtudes femeninas, el papel que a partir de entonces desarrolló la mujer ya fue distinto al rol que asumían antes de la contienda, teniendo a partir de entonces una, cada vez más importante, presencia pública.
“Excava para la Victoria”
Cartel propagandístico en Londres con el lema Dig for Victory, “Excava para la Victoria” En el año 39, la agricultura comenzó a formar parte del grupo formado por los llamados esfuerzos de la guerra, siendo nacionalizada de igual modo que lo había sido la industria meses antes, con el objetivo de aunar todas las fuerzas y alimentar la guerra en el Reino Unido. Las importaciones de alimentos se redujeron drásticamente debido a que los buques ahora se empleaban para el transporte de materiales de guerra, aviones y soldados. Por tanto, para mantener alimentada a la población se reduplicaron los cultivos, de tal modo que se producían más alimentos. Ahora mostramos dos ejemplos con datos:
En el año 39, el número de hectáreas sembradas era de 12 millones, sin embargo en el 45 la cifra ascendía ya a 18 millones.
Entre los años 1939 y 1945, las importaciones de productos se redujeron a la mitad.
Además de en el ámbito rural, el Gobierno Británico por medio del Ministerio de Agricultura exhortó a la población para que cultivasen su propio jardín. “Excava para la Victoria” fue el lema que el Gobierno empleó para alentar a las familias en la producción de más alimentos. Esta campaña pretendía que cada pedazo de tierra fuera usado para fines productivos. Se estima que casi la mitad de familias domiciliadas en Londres cambiaron el uso decorativo de sus jardines por huertos donde cultivaron sus propias hortalizas y verduras.
El Ministerio de Información pide "Cultiva más comida" en la estación de Charing Cross Además, en muchos hogares, la crianza de sus propios animales añadió qué comer en aquellos momentos de racionamiento alimenticio. De hecho, en lugares tan emblemáticos de la capital, como Hyde Park o los jardines de Kensington, se ubicaron pocilgas con cerdos y se cambiaron coles por flores, respectivamente. Sin embargo, la escasez era tal, que los pollos y los cerdos que se criaban en la capital fueron en ocasiones alimentados con papel de cocina. Nadie estuvo exento de esta campaña. Incluso los niños evacuados hicieron su parte de trabajo excavando para la Victoria.
Racionamiento de alimentos
Reino Unido no podía seguir importando ciertos productos mientras continuara la guerra, ya que los recursos debían ser empleados en otros gastos. El té y el azúcar, por ejemplo, eran alimentos muy populares y consumidos que venían de fuera. El Gobierno se planteó la siguiente disyuntiva: mercado libre para los excedentes sin vender que comprarían los más pudientes, o racionamiento para hacérselos llegar a toda la población. Finalmente se optó por la segunda opción y se impuso el racionamiento alimenticio para toda la población. En septiembre de 1939 se introdujeron las cartillas de racionamiento. Se impuso la obligación de registrarse en alguna tienda a todas las familias. En enero de 1940 algunos productos –bacón y azúcar- ya empezaron a ser racionados. A medida que la guerra se prolongó en el tiempo más alimentos lo fueron:
Año 1940
Enero – bacón y azúcar
Marzo – carne
Julio – té, mantequilla y margarina
Año 1941
Marzo – jamón
Mayo – queso
Junio – huevos
Año 1942
Enero – arroz y frutos secos
Febrero – tomate en conserva y guisantes
Abril – cereales y leche condensada
Julio – chocolates y dulces
Diciembre – galletas y copos de avena
Imagen de una ración semanal para un adulto en agosto de 1942El momento más delicado del período de racionamiento, durante el mes de agosto del 42, la ración de víveres semanal para una persona consistía en:
El equivalente a una chuleta de cerdo o cuatro salchichas de carne
Ocho onzas de azúcar
Ocho onzas de margarina, mantequilla o manteca de cerdo
Cuatro onzas de tocino o jamón
Dos onzas de té
Dos onzas de queso
Un huevo
Pese a esta aparente escasez, los británicos parecieron estar mejor alimentados, ya que comían menos grasa, menos carne y más verduras. Su ingesta media de calorías se redujo de 3000 a 2800 diarias. La dieta pues resultó beneficiosa ya que la población adelgazó para ser más saludable. Además, mediante el suministro a las mujeres embarazadas y los bebés de alimentos, bebidas y complejos vitamínicos especiales, la mortalidad infantil en Reino Unidos se redujo del 51 al 46 por mil durante la guerra.
Además, para contrarrestar la carencia alimenticia que el racionamiento provocaba, millones de latas de carne y otras conservas fueron importadas por el Reino Unido desde Estados Unidos y Argentina.
Lord Wooton, ministro de Alimentación del momento, urgió a la población a ser creativa en la cocina con la comida racionada: usando más verduras y especialmente patatas. Incluso difundió una receta a la que posteriormente se bautizó con su nombre: Lord Wooton Pie. El pie es el pastel tradicional de la cocina británica. Esta receta contenía una libra de patatas, una libra de coliflor y una de zanahorias, además de 3 o 4 cebollas –cuando fueran de temporada-, extracto vegetal, avena y perejil.
No sólo los alimentos fueron racionados. Materias primas como la gasolina, el carbón fueron igualmente racionadas para el esfuerzo de la guerra. Además en junio del 41 se introdujo el racionamiento de ropa, 66 cupones de cada adulto cada año. Más adelante durante la guerra, esta cantidad se redujo. En la primavera del 42, cada persona podía almacenar 48 cupones que podría usar para comprar su ropa nueva. La siguiente tabla muestra cuántos cupones costaba cada prenda para cada persona:

Con esta escasez de ropa nueva, los bazares se convirtieron en la forma habitualmente usada para llenar los armarios. La ropa vieja fue rescatada o reciclada. En estos momentos, incluso las cortinas podían convertirse en abrigos o vestidos. Al igual que con la campaña “Excava para la Victoria”, la población se animó a hacer y remendar su propia ropa. De hecho se impartieron cursillos especiales para ayudar a la gente a mejorar sus habilidades de reciclaje.
Los niños en los bombardeos
Durante 1939 y con la guerra a punto de estallar, el Gobierno Británico preveía grandes ataques aéreos sobre las ciudades del Reino Unido. Se creía que con este bombardeo, Alemania allanaría el camino para una invasión terrestre.
Los preparativos, para la evacuación de los niños en edad escolar, comenzaron en julio de 1939 justo antes del estallido de la guerra; si bien la evacuación en masa se inició el 3 de septiembre 1939, día en qué Inglaterra declaró la guerra. Los niños, que por aquellas fechas regresaban a la escuela después de las vacaciones estivales, se encontraron de pronto con que estaban a punto de emigrar hacia otra parte del país.
El Gobierno Británico pretendía además evacuar a las madres y las futuras madres fuera de la ciudad y de las zonas de peligro y establecerlas dentro de la seguridad que otorgaban las zonas rurales. La relativa seguridad que el campo ofrecía, propició que los evacuados se refugiaran mayoritariamente en los lugares de Kent, Sussex, Gales, Devon, Cornwall y algunas otras áreas rurales.
La incertidumbre por abandonar su hogar y sus padres y no saber ni dónde marchaban ni por cuánto tiempo, pesó mucho, en un principio, en el ánimo de los muchachos. Se instalaron en zonas rurales, lugares donde muchos de ellos no habían estado nunca. Hubo afortunados que se instalaron junto a sus amigos o hermanos. Sin embargo la mayoría de ellos se vieron obligados a convivir con personas con quien nunca antes lo habían hecho, personas de las que no sabían sus nombres y mucho menos si eran personas agradables o no
Madres, los enviamos fuera de Londres. Les daremos a cambio mayor seguridad y saludEn los lugares de evacuación rurales, los niños poseían una pequeña ración de comida para el almuerzo envasada, una máscara de gas y una postal que podían enviar a casa y hablar así con sus padres. Este equipamiento añadía, al sentimiento de incertidumbre, el temor a un ataque o a la invasión terrestre definitiva. Se unía además al recuerdo de la espera, de pie en el andén de un tren, antes de ser evacuados y enviados a la seguridad que brindaba el campo.
Aproximadamente la mitad de todos los niños de las escuelas de Londres fueron evacuados de la ciudad. La mayoría de los niños que salió de Londres lo hizo a través de sus escuelas. En total, 827.000 niños en edad escolar fueron evacuados junto con más de 100.000 maestros y ayudantes auxiliares. 524.000 niños menores no escolarizados aún, marcharon junto a sus madres. 12.000 mujeres embarazadas también abandonaron la ciudad para proteger a sus hijos aún no nacidos.
En su nueva ubicación fueron acogidos por el personal oficial que los atendería durante toda la estancia en sus hogares de acogida, formado tanto por voluntarios de la Cruz Roja, como por miembros del Servicio Voluntario de Mujeres (WVS), quienes les prestaron asistencia. Algunos de ellos fueron a hogares de acogida en explotaciones agrícolas o casas de campo. Otros acudieron a casas donde el cuidado de varios niños pudo ser dejado a los sirvientes.
Muchos londinenses trasladaron su residencia habitual al campo donde se instalaron temporalmente. Los autóctonos y los foráneos procedían de mundos completamente diferentes. Tanto el londinense como el hombre de campo tenían sus propios prejuicios acerca de como eran los otros. El pensamiento normal entre los londinenses de la época sobre esta parte del país, era que ésta sería “más retrasada y antigua” que su lugar de residencia habitual. Por su parte la población rural acogió a sus huéspedes con la idea de que “Londres era un lugar sucio, ruidoso, con vecinos mal educados y plagados de piojos”.
Chicas del colegio de Saint George muestran su interés por la costura al aire libre durante su estancia en Pembrokeshire.Como ya hemos expuesto, la evacuación enfrentó muchos de estos antiguos prejuicios y obligó a las personas a hacer frente a cuestiones relativas a las diferencias y desequilibrios de la clase social y a las a veces sórdidas condiciones de pobreza en la ciudad. La evacuación por tanto trasladó –acercó- una mitad de Gran Bretaña a la otra mitad, el centro urbano al medio rural y la clase media a la clase trabajadora.
Una muestra de la cercanía y complicidad surgida tras una ardua convivencia al principio, es la siguiente cita pronunciada por un personaje de la película propagandística de 1941 Dawn Guard:
"Hemos encontrado en esta guerra, el modo de convivencia en que todos fuimos vecinos. No vamos a olvidar cuando ocurrió todo esto".
Para algunos niños londinenses la experiencia de la evacuación no fue feliz. Perdieron a sus familias y amigos. En ocasiones, sus nuevos padres adoptivos no entendieron su carácter o fueron tratados duramente. Para otros niños, sin embargo, fue el mejor momento de su vida ya que les permitió disfrutar del aire fresco, la buena comida rural y de múltiples actividades nuevas por hacer. Tal vez lo más importante fue las amistades que hicieron y las cosas que aprendieron sobre ellos mismos y sus padres adoptivos; cosas que permanecieron con ellos toda su vida. Un maestro de escuela, evacuado junto a toda su escuela a la localidad de Somerset escribió:
"Todos los evacuados han adquirido una experiencia y una amplia perspectiva, que inevitablemente modificará su vida futura. Un conocimiento más profundo, espero, se plantee en adelante entre los pueblos de nuestra propia tierra"
El último testimonio sobre la evacuación masiva corresponde a dos chicos londinenses que marcharon al campo en junio de 1940, Knott George y su amigo Frank Lunas. Ambos tenían once años de edad y eran nativos de Tooting, en el suroeste de la capital. Fueron trasladados a Barnstaple, en el norte de Devon. En esta cita y como un hombre adulto, George echa la vista atrás y rememora:
"Creo que conocer a nuestra madre, pese a resultar difícil en principio, nos permitió extender un poco más nuestra visión del mundo y sus formas. Estoy muy agradecido a ella por habernos acogido, ya que no debe haber sido fácil convivir con dos jóvenes extraños. Nosotros hemos estado calientes, cómodos y bien alimentados en todo momento".